Ganando una Batalla, Perdiendo la Guerra

Y ahí estaba yo. Perdido entre una marcha de la humanidad, los que son eternos, los que están inmortalizados, ellos si, muy humanos.

Los que estamos esperando, respirando enfilándonos para la entrada. Todos nosotros simplemente cumplimos con nuestra tarea (fingir que somos humanos mientras nos preguntamos que somos en realidad.)

Entran a la escena 2 gigantes nórdicos, con voces melodiosas, con instrumentos musicales ancestrales que llenaban nuestros oídos de las más bellas melodías que una silenciosa multitud jamás haya escuchado en vivo. 2 gigantes nórdicos, descendientes directos de aquellos Vikingos que fueron llevados a la muerte en los océanos por el canto de las sirenas. Parece que ahora ellos han aprendido a hacerlo.

Aprendieron a matarte las ideas, a resucitarte recuerdos, a tener poder sobre aquello que te es incontrolable. a provocarte tomar el teléfono y llamar a aquella persona, aprendieron ya a hacerte sentir. SENTIR de verdad

Y continúan las melodías, sonrisas aquí, un canto en silencio de aquel lado, miradas fijas del otro lado. Todos atentos, todos intensos, y el cielo tiembla, y ellos nos pidieron confiar en nuestra memoria (no saben que nuestra memoria se ha quedado ocupada por el corazón).

Yo les pido una melodía mas, una más que me lleve a un lugar que es tan inalcanzable como cercano. Yo necesito unos minutos más para recordar que no tengo que olvidar. Para bailar como el chico más blanco sobre la tierra, para llorar como la chica a mi diestra y abrazar a mis recuerdos como aquella pareja a mis espaldas.


Allá voy... empujado por ese par de Reyes Nórdicos.

y al final, uno de ellos, esta frente a mi, destilando la genial locura o la alocada genialidad que sale de sus ojos, de su voz y su guitarra, que se expresa con sus peculiares bailes y que se inmortaliza en momentos estáticos con el artefacto que en manos de todos pareciera ser mágico. El se va, y se lleva su locura, yo me alejo caminando con la mía.