Ansiedad

Yo lo sé, todos lo sabemos.


Somos  humanos inevitablemente, soy humano inexorablemente. Desde el principio de la historia, el ser humano ha utilizado la lucha consigo mismo como el mejor pretexto para mantener el equilibrio y liberarse de las pasiones; la mejor forma de vencer sus miedos, su ansiedad.

La forma más facil, y tal vez cobarde para hacerle frente a la incógnita que representa el futuro y a la angustia que provoca la inveitable muerte, o el ineludible sufrimiento.

Cuando Nietzsche dijo que Dios murió, intentó quitarnos las cadenas que nos amarran al plano del sufrimiento. Le dió al "superhombre" la oportunidad de su vida, ser por primera vez creador y desarrollador de todo lo que percibimos. Y nosotros, los "superhombres"... rechazamos esa propuesta.

La luz golpea mis ojos, siento que cada haz es un alfiler pequeñito que penetra mi globo ocular. Mi piel reacciona, mis sentidos están dormidos pero perceptivos, afuera llueve, más lejos pasan uno, dos, tres, cuatro autos. El teléfono celular tiene una luz parpadeante que para. La computadora produce un molesto calor que golpea mi muslo, el pequeño foco rojo en el panel de control del televisor apunta hacia a mi, como un láser.

Lentes, tenis, ropa, escribir, ver, la notificación del mensajero instantáneo, todo retumba sobre mi cabeza de no-superhombre.

Y en el mismo día lloro, río, busco, ignoro, encuentro, pienso, me inspiro, me pierdo, despierto... despierto muchas veces, me detengo a pensar. Nada está ahí cuando más lo necesitamos.

Y todo sigue en su lugar, nada se mueve, nada cambia, nada ni nadie se va. Nadie ni nada llega.

Todo está bien.

Todo va a estar bien.

Puedo sentirlo.

Puedo sentir como todo empieza a perder sentido.